sábado, 27 de julio de 2013

El eslabón más débil y la jauría de canallas.

No es extraño que España te sorprenda, muchas veces para mal, a veces para bien, y en algunas ocasiones, para bien y para mal al mismo tiempo. Y siempre suelen ser los mismos los que lo hacen en cada uno de los sentidos. Siempre será el pueblo llano, la gente mas humilde la que te sorprenda para bien, mientras que son los poderosos, los dirigentes económicos y políticos, junto con sus altavoces mediáticos, los que te harán sentir nauseas con su actitud. En estos momentos está en marcha una nueva versión de esta vieja historia, a cuenta de un hecho trágico, el accidente ferroviario que el miércoles 24 de julio se llevó por delante la vida de al menos 80 personas en la ciudad de Santiago de Compostela. En un primer momento fue motivo de orgullo la actitud de los ciudadanos de a pie, volcándose en la ayuda a los damnificados por la catástrofe. Sin embargo, pasadas esa primeras horas, y a medida que la necesidad del apoyo a las víctimas dejaba paso a otra necesidad, la de aclarar las causas de la catástrofe, hemos empezado a ver esa segunda cara mas miserable de este país, esa actitud cobarde y traicionera de aquellos que ostentan responsabilidades, y que siempre están dispuestas a sacudírselas de encima cuando hay un problema, y a poder ser, cargarlas sobre los hombros de aquellos que tienen poca o ninguna capacidad de defenderse.

Cartel anónimo que circula por las redes sociales, criticando el tratamiento de la tragedia ferroviaria por parte del diario ABC.



Ya la misma noche del jueves, cuando parecía claro que la causa del accidente era un exceso de velocidad, se puso en marcha la campaña de criminalización del eslabón mas débil de esta cadena, el conductor del tren. Esa misma noche se empezaron a comentar algunas fotos que este trabajador había subido a su cuenta de Facebook, en las que mostraba su entorno de trabajo. En una de ellas, que mostraba el velocímetro de la locomotora, amigos y familiares habían intercambiado con él comentarios jocosos sobre la velocidad que marcaba el indicador. Pues bien, esos mismos comentarios ya comenzaban a circular, sacados de contexto, esa noche por redes sociales, intentando presentar a esta persona, que hasta el día del siniestro presentaba una hoja de servicios impecable, como un imprudente fanático de la velocidad. Esta maniobra canalla alcanza un nivel superior al día siguiente, viernes, cuando un diario de gran tirada, el conservador ABC, da a la anécdota categoría de noticia, eligiéndola como titular de portada de su edición de ese día. En lógica sucesión de acontecimientos, ese mismo día ADIF, empresa pública que se encarga de la gestión del trazado ferroviario español, por boca de su presidente, trataba de lavarse las manos de cualquier responsabilidad, cargando toda la culpa del accidente sobre las espaldas del maquinista, estrategia que siguieron pronto RENFE, operadora de los trenes, y el Ministerio de Fomento español, responsable de la gestión de las redes de transporte y comunicaciones. Pero ¿qué interés podría haber en buscar una salida fácil, y muy posiblemente injusta, para un caso tan grave?

La infame portada del diario ABC del 26 de junio de 2013.

Es preciso recordar en este momento, a quien pueda leer estas lineas desde otros lugares, la grave crisis económica que atraviesa España. Pues bien, precisamente uno de los escasos sectores industriales españoles que había logrado posicionarse positivamente de cara al mercado exterior es el de la tecnología ferroviaria. Desde principios de la década de los 90 España ha conseguido substituir buena parte de su obsoleta red ferroviaria por una infraestructura de alta tecnología preparada para la alta velocidad, convirtiéndose en el segundo país del mundo en kilómetros instalados de este tipo de tecnología, solo por debajo de China, un país mucho mas grande y poblado que España. De hecho, está gran expansión de la alta velocidad no ha estado exenta de criticas, ya que mucha gente en España (entre ellos, el que les escribe) creen  (creemos) que se podía haber optado por modernizar la obsoleta red ferroviaria española sin necesidad de convertirla en una lujosa infraestructura de muy costoso mantenimiento, cuya instalación, en muchos lugares, ha sido mas una cuestión de capricho de nuevo rico que de verdadera necesidad. Capricho que ahora que llegan las vacas flacas, es muy caro de pagar.

Pero el caso es que esa tecnología es ahora el producto estrella de la industria española, como la reciente adjudicación del lucrativo contrato para la construcción del trazado La Meca - Jeddah - Medina atestigua. En el momento de producirse el accidente, un consorcio español competía por la adjudicación de otro importante contrato, en este caso el de la linea Rio de Janeiro - Brasilia, y este accidente deja las aspiraciones españolas muy tocadas, al mismo tiempo que arroja una larga sombra de duda sobre la tecnología ferroviaria española. Vemos por tanto que hay poderosas razones para tratar de negar cualquier tipo de problema achacable a causas técnicas, y tratar de culpar al error humano como única causa de la tragedia.

Una estrategia que, además, no es nueva en España. En las mentes de muchos españoles está el excelente trabajo que el reportero Jordi Évole presentó en abril sobre otro accidente sucedido en 2006 en el metro de Valencia, otra gran tragedia ferroviaria que se acabó atribuyendo únicamente al error humano. El citado reportaje desvelaba la cadena de deficiencias, tanto de diseño como de mantenimiento, que habrían ayudado al fatal desenlace, y como se las quiso ocultar, y de hecho se acabó ocultándolas, para no perjudicar poderosos intereses económicos y políticos. Este escándalo del pasado ha estado muy presente en las conversaciones a pie de calle de estas últimas horas de los ciudadanos españoles, que temen un desenlace similar en la investigación de esta catástrofe.

No se debe tolerar que tal cosa pase. Es el momento de hacer preguntas incómodas. ¿Porqué se aprovechó parte del antiguo trazado para la llegada de la nueva linea a la ciudad de Santiago de Compostela? ¿Era realmente adecuado para la circulación de estos nuevos trenes tan potentes el sistema de seguridad existente en esa parte final del trazado? ¿Porque no se instaló hasta el final de la linea el sistema de seguridad existente en el tramo anterior, mucho más moderno y restrictivo? ¿Porque, si era realmente necesaria la transición entre ambos sistemas, se eligió las proximidades de un tramo en curva cerrada para hacerlo? ¿Porqué en esa ruta se apura al máximo la velocidad, produciéndose una brusca reducción de 200 km/h a 80 km/h solo en los instantes previos a entrar en la citada curva, frenada repentina de la que, ahora empezamos a leer en la prensa, usuarios habituales de la linea se quejaban por lo molesta que resultaba? ¿Justifica el tiempo ahorrado mantener la máxima velocidad hasta el último instante, y no empezar a frenar mucho antes, de forma mas gradual, para conseguir una reducción de velocidad mas confortable y segura?

Los ciudadanos de a pie prestaron un gran servicio a la víctimas el día de la catástrofe. Deben seguir prestándoselo. Deben evitar que su memoria sea vejada con un cierre en falso de la investigación. El error humano siempre existirá, pero precisamente para eso el ser humano creó la tecnología, para minimizar sus consecuencias. Achacar graves catástrofes como la que nos ocupa tan sólo a un error humano no solamente es injusto. Es un insulto a la memoria de las víctimas, y a la inteligencia de esos ciudadanos solidarios que tanto hicieron por socorrerlas. Ya se ha hecho antes. No debemos tolerar que vuelva a suceder. No debemos consentir que los canallas vuelvan a salirse con la suya. Ni esta vez ni nunca más. Se acabó. No somos tontos.


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