Bueno, por fin llegó, la tanto tiempo anunciada y siempre postergada catástrofe, el conflicto que siempre se esquivaba a última hora. Este viernes el gobierno griego se negó a levantar el pie del acelerador, harto de ser siempre el que se apartaba, y se llego al tantas veces profetizado choque de trenes, con la decisión del gobierno griego de someter a referendum la última propuesta de la Troika. Ahora llevamos varios de días de gestos y actuaciones desafiantes, que recuerdan a los primeros compases de un combate de boxeo, en que los púgiles intercambian algunos golpes para probar la fuerza del rival, pero aún sin decidirse a desvelar su táctica para la pelea. Una de las amenazas mas potentes desde el rincón de la Troika era la certeza, más que posibilidad, de un corralito bancario en Grecia si no se aceptaban sus términos del acuerdo y, por supuesto, se desconvocaba ese referendum. Sin embargo el gobierno griego se mantuvo firme. Las cartas sobre la mesa, y a ver quien va de farol.
En efecto, el lunes amaneció con los bancos griegos cerrados, y un límite de 60€ de retirada por día (excepto para las tarjetas de bancos extranjeros, cuyo flujo de divisas siempre sería bienvenido en Grecia). Vamos, el corralito. Sin embargo, sucedió algo curioso: donde se esperaba ver escenas de caos y destrucción, saqueos y protestas como en Argentina en el 2001, se vieron escenas de relativa calma. Como nos relata en este artículo el reportero Hibai Arbide, no hubo pánico, y los más preocupados parecían ser los turistas de visita en Atenas. ¿Que estaba pasando? Bueno, quizá en parte es que ese limite de 60€ diarios seguramente parece extremadamente generoso para una ciudadanía acostumbrada desde hace años a planificar muy cuidadosamente su gasto diario, pero yo creo más bien que aquí también ha jugado otro factor: la convivencia diaria con el peligro.
Un japonés sabe bien como actuar en caso de ser sorprendido por un terremoto. Un caribeño sabe como actuar cuando un huracán llega a la costa. Y cualquier habitante de una de esas pintorescas aldeas de alta montaña sabe que hacer cuando se produce una avalancha de nieve. Vivir (y sobre todo, sobrevivir) en la zona de riesgo así lo exige. Los griegos llevan años viviendo con la amenaza constante de la quiebra bancaria. Cada vez que se tenía que negociar un nuevo paquete de ayudas oían la misma canción: la quiebra, el corralito... a los argentinos en su día les pilló de sorpresa, pero los griegos, sinceramente, ¿a alguien le puede sorprender que estuviesen preparados? Sobre todo, las clases más desfavorecidas. Ya se han acostumbrado a no tener nunca demasiado dinero en el banco, han creado redes de apoyo mutuo, sistemas de trueque, formas de comercio alternativo... cuando por fin ha llegado la temida tormenta, simplemente se han metido en su refugio a esperar que pase el mal tiempo. Por supuesto, la catástrofe dejará daños, pero podrán ser reparados. Pero, ¿y más allá de la zona catastrófica? ¿Qué ha pasado?
La primera señal de que los defensores del orden establecido podían haber errado el golpe se produjo cuando las bolsas de la costa pacífica de Asia abrieron en caída libre. A medida que avanzaba el día en dirección oeste, se iba reproduciendo el mismo escenario en cada nueva bolsa que abría, hasta que al final la onda de choque que se había iniciado en Europa Occidental completó la vuelta al mundo y regresó, amplificada, a su punto de partida, produciendo un desplome bursatil que aún tuvo algunas horas más de tiempo para llegar a América. De pronto, algunos discursos se suavizaron. Desde la banda del Eurogrupo, que el viernes ponía como condición innegociable la desconvocatoria del referendum, el lunes se aceptaban los hechos consumados y se preparaban para hacer campaña por el sí. Continuando con el símil del boxeo, parece ser que el primer púgil que ha conseguido encontrar una brecha en la guardia de su rival y conectar un directo al mentón ha sido Grecia. Por supuesto, aún queda mucha pelea por delante, pero parece bastante claro que este primer asalto, aunque sea por la mínima, a los puntos lo ha ganado Grecia.
En efecto, el lunes amaneció con los bancos griegos cerrados, y un límite de 60€ de retirada por día (excepto para las tarjetas de bancos extranjeros, cuyo flujo de divisas siempre sería bienvenido en Grecia). Vamos, el corralito. Sin embargo, sucedió algo curioso: donde se esperaba ver escenas de caos y destrucción, saqueos y protestas como en Argentina en el 2001, se vieron escenas de relativa calma. Como nos relata en este artículo el reportero Hibai Arbide, no hubo pánico, y los más preocupados parecían ser los turistas de visita en Atenas. ¿Que estaba pasando? Bueno, quizá en parte es que ese limite de 60€ diarios seguramente parece extremadamente generoso para una ciudadanía acostumbrada desde hace años a planificar muy cuidadosamente su gasto diario, pero yo creo más bien que aquí también ha jugado otro factor: la convivencia diaria con el peligro.
Un japonés sabe bien como actuar en caso de ser sorprendido por un terremoto. Un caribeño sabe como actuar cuando un huracán llega a la costa. Y cualquier habitante de una de esas pintorescas aldeas de alta montaña sabe que hacer cuando se produce una avalancha de nieve. Vivir (y sobre todo, sobrevivir) en la zona de riesgo así lo exige. Los griegos llevan años viviendo con la amenaza constante de la quiebra bancaria. Cada vez que se tenía que negociar un nuevo paquete de ayudas oían la misma canción: la quiebra, el corralito... a los argentinos en su día les pilló de sorpresa, pero los griegos, sinceramente, ¿a alguien le puede sorprender que estuviesen preparados? Sobre todo, las clases más desfavorecidas. Ya se han acostumbrado a no tener nunca demasiado dinero en el banco, han creado redes de apoyo mutuo, sistemas de trueque, formas de comercio alternativo... cuando por fin ha llegado la temida tormenta, simplemente se han metido en su refugio a esperar que pase el mal tiempo. Por supuesto, la catástrofe dejará daños, pero podrán ser reparados. Pero, ¿y más allá de la zona catastrófica? ¿Qué ha pasado?
La primera señal de que los defensores del orden establecido podían haber errado el golpe se produjo cuando las bolsas de la costa pacífica de Asia abrieron en caída libre. A medida que avanzaba el día en dirección oeste, se iba reproduciendo el mismo escenario en cada nueva bolsa que abría, hasta que al final la onda de choque que se había iniciado en Europa Occidental completó la vuelta al mundo y regresó, amplificada, a su punto de partida, produciendo un desplome bursatil que aún tuvo algunas horas más de tiempo para llegar a América. De pronto, algunos discursos se suavizaron. Desde la banda del Eurogrupo, que el viernes ponía como condición innegociable la desconvocatoria del referendum, el lunes se aceptaban los hechos consumados y se preparaban para hacer campaña por el sí. Continuando con el símil del boxeo, parece ser que el primer púgil que ha conseguido encontrar una brecha en la guardia de su rival y conectar un directo al mentón ha sido Grecia. Por supuesto, aún queda mucha pelea por delante, pero parece bastante claro que este primer asalto, aunque sea por la mínima, a los puntos lo ha ganado Grecia.
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