sábado, 27 de junio de 2015

Haz el humor, no la bilis.

He descubierto porque se ríe la gente. Se ríen porque algo duele demasiado... porque es la única cosa que puede hacer que deje de doler.

 Forastero en Tierra Extraña - Robert Heinlein (1961)

Lo confieso, yo he practicado el humor. Ahora soy un tío más o menos serio, pero a mediados de los 90, junto con algunos amigos, participé en un programa de radio satírico, en una pequeña emisora local barcelonesa que aún sigue en antena hoy día (la emisora, no el programa), y durante la primera década de este siglo, también de nuevo junto con otros compinches, ideamos diversos chascarrillos y tiras cómicas para un sitio web, este hoy día ya desaparecido. En ambos casos el humor que practicábamos en buena parte caía dentro del rango que suele clasificarse tradicionalmente con dos códigos de color: el negro y el verde, es decir, chistes sobre la muerte y el sexo. Que, imagino que todos estaremos de acuerdo, son los tipos de humor más denostados en público, pero más reídos en privado. Hace unos días, mientras barruntaba la idea de escribir este artículo, redescubrí (bueno, confieso que los busqué) algunas de esas viñetas en un disco duro de backup, y por un momento me sentí tentado de usar alguna para ilustrar este articulo. Pero como se trataba de un humor un tanto extremo (sí, confieso que nos divertía pisar el límite) y ciertamente fuera del contexto (que bonito queda poder decirlo, ¿no?) en el que fueron creadas hace mas de 10 años, he preferido buscar por Internet algún meme algo más amable sobre el tema.

:-)


Supongo que si ustedes me leen desde España, sabrán porque escribo esto: hace unos días Guillermo Zapata, escritor y nuevo concejal de cultura del recientemente constituido consistorio de Madrid, dimitió a resultas del escándalo desatado cuando partidarios de la oposición de derechas (que durante tres décadas, hasta las elecciones municipales del pasado mayo, habían sido el partido de gobierno en la ciudad) descubrieron buceando en su cuenta de Twitter que, hacía cuatro años, había publicado en ella algunos chistes de humor negro bastante desagradables sobre temas sensibles, como el Holocausto, ETA y similares. Chistes, todo sea dicho, mas viejos que el mundo y que sin duda aquellos que se hacían los escandalizados han contado más de una vez después de tomarse un par de tragos de más. Lo que sí que es un chiste malo es que un país que ha demostrado unas amplias tragaderas respecto a verdaderos escándalos de corrupción se escandalice como un grupo de colegialas ante unos pocos chistes soeces. Pero que le vamos a hacer, somos así de hipócritas. Por supuesto, sorprende que una persona culta como Zapata se dedicase a contar esos chistes de taberna por Internet, pero aquí entra en juego el contexto: esos chistes fueron contados durante una conversación muy concreta, que a su vez era fruto de una situación social muy concreta. Tomar una parte aislada de esa conversación cuatro años mas tarde y presentarla sin más datos puede escandalizar, cuando en su contexto seguramente sonaba lógica. Para ver si un chiste es ofensivo, debemos juzgar el tono en que ha sido contado. Un chiste racista contado por un nazi significa una cosa muy distinta que el mismo chiste contado por un negro. En el primer caso, es burla soez de lo ajeno, en el segundo es la sana sátira que surge del reírse de uno mismo. Y en Internet, y sobre todo, en Twitter, un servicio construido sobre la base de la brevedad en el mensaje, perder de vista el cuadro completo de la situación durante la comunicación es muy fácil.

Hasta aquí, nada que no se haya dicho ya demasiadas veces sobre el tema desde que saltó la noticia. Me gustaría ahora ir un paso más allá. Que nos preguntemos qué es el humor, porqué nos reímos. Me ha parecido apropiado comenzar este escrito citando un clásico de la ciencia ficción, Forastero en Tierra Extraña, al que ya dedique hace años otro artículo en el Frikinomikon, así que no me extenderé demasiado explicando la trama de la novela. En el pasaje que he citado el protagonista, hijo de una pareja de náufragos espaciales fallecidos criado en Marte por los marcianos, reflexiona sobre el humor tras haberse reído por primera vez en su vida, y nos da la clave de lo que él (y por supuesto, a través suyo, el autor de la obra) entiende que es el fundamento del humor: ridiculizar lo que nos ofende. Aquello que nos ofende profúndamente, y ante lo que nos sentimos impotentes, aquello que nos causa dolor, debemos ridiculizarlo como forma de autoprotección en primer término, y si se trata de algo que se puede cambiar, de primer paso para cambiarlo. En el fondo los que menos se ríen de los chistes racistas son los propios racistas, porque aunque sea inconscientemente saben que lo ridiculizado ahí es el racismo. Y lo mismo ocurre con todos los palos del humor. Y por eso mismo no solo es correcto, sino necesario, que hagamos chistes sobre los temas mas delicados. No solo podemos, sino que debemos hacer chistes sobre el terrorismo, el racismo, la guerra... porque es el primer paso necesario para poder erradicar esas plagas de la faz de la Tierra algún día. Debemos hacer chistes sobre el sexo, porque es la forma de vencer los tabús asociados con él. Y por supuesto, y en primer lugar, debemos hacer chistes sobre la muerte, porque es la única forma de vencer el máximo temor de la mente humana. Cuanto más importante sea el tema, más necesaria es la sátira sobre él. Y es una señal de excelente salud en una sociedad la práctica del humor sobre los temas más escabrosos. Y una señal de absoluta estupidez cuando alguien se toma a si mismo o a sus creencias demasiado en serio como para no aceptar ninguna broma al respecto. La forma más certera de reconocer a un fanático es que todos comparten un mismo rasgo: carecen de sentido del humor. 

Así que no lo duden, practiquen el humor. Ríanse del mundo sin complejos. En el camino, aprenderan a diferenciar el buen chiste del chascarrillo simplón que solo busca ofender. Descubrirán que es fácil diferenciarlos, y que el segundo no triunfa, y que al que lo cuenta siempre se le acaba quedando la cara de tonto. Lo cual sin duda también merece una buena carcajada. También verán que el humor no es algo tan fácil. Ya he dicho que yo lo intenté durante una etapa de mi vida, así que creo que se de lo que hablo. Respeten por tanto a los maestros del humor, pues ellos hacen de este un mundo vivible. Y antes de correr a ofenderse ante un chiste, examinen las razones de aquel que les pide que se ofendan. Verán que las más de las veces resulta que él apoya algo que ha quedado desenmascarado como ridículo en aquel chiste.


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