martes, 6 de enero de 2015

Podemos y el fin de la inocencia

"...me dejaste destrozado, pero aprendí una importante lección: nunca confíes en nadie. Sobre todo, en tus héroes."

Esta linea le espetaba Syndrome, villano de la historia, a Mister Increíble, el héroe, en la película de Pixar de 2004 Los Increíbles, rememorando el día en el que el protagonista, su ídolo de la adolescencia, le humilló con su rechazo, y decidió abrazar el lado oscuro  como venganza. Viene el comentario friki a cuento para ilustrar un detalle que nunca deberíamos perder de vista: los superhéroes como Mister Increíble y el resto del panteón son solo un producto de la ciencia-ficción. Y la ciencia-ficción se llama así porque es ficción. Esas figuras heroicas siempre predispuestas a hacer lo correcto son solo arquetipos, mitos culturales, metáforas para explicar  de forma sencilla comportamientos reales más complejos. En la vida real no existen los superhéroes. En la vida real a un héroe se le juzga por sus actos a posteriori. Y en la vida real, nadie es perfecto, y tus héroes te pueden decepcionar. No digo con ello que debamos hacer como el personaje de Syndrome, abandonarnos al cinismo abrumados por la decepción, porque esta también es una actitud infantil, pero sí que siempre debemos mantener el sentido crítico alerta, y nunca entregarnos a un seguidismo irracional, sectario, porque las decepciones llegarán, y el día que lleguen, si no hemos entrenado nuestro sentido crítico, nos pasará como a Syndrome, nuestro mundo se hundirá y no sabremos que hacer.

Bien, a qué viene esta chapa peliculera, se preguntarán. Bueno, tal vez recuerden que hace unos meses hablaba aquí de la aparición de un nuevo partido político en el espacio de la izquierda española, el por entonces desconocido Podemos. En el tiempo transcurrido desde entonces, los desconocidos se han convertido en ídolos de masas, y Pablo Iglesias, líder de la formación, se ha convertido en objeto de un culto a la personalidad digno de una estrella del rock. Una autentica figura mesiánica impregnada del mito del superhéroe, seguida por miles de admiradores acríticos. Algo, como el personaje de Syndrome debería mostrarnos, extremádamente peligroso. Repito: en la vida real no existen los superhéroes. Por supuesto, a esta figura mesiánica no le faltan detractores, enemigos empeñados en buscar los pies de barro del gigante. Hasta ahora, todos los intentos de erosionar su carisma han sido infructuosos. Pero a medida que avanzas en tu camino, más cerca estas del momento en que das tu primer tropiezo. Y ese momento podría haber llegado ya.

Cartel animando a participar en las primarias de Podemos para elegir sus órganos representativos municipales.



Durante la última semana de 2014, Podemos debía realizar un proceso de primarias para dotarse por fin de un conjunto de cuadros locales a nivel municipal. Con el cambio de año, debía anunciarse el resultado de dicho proceso, y las personas elegidas para ser el rostro de la formación en los distintos territorios serían por fin conocidas, y por tanto, sometidas al escrutinio de público y prensa, de partidarios y rivales. Hecho este anuncio, las primeras lecturas se centraron en la filiación política de los vencedores. Como suele suceder en este tipo de procesos, la mayoría pertenecían a la linea oficialista del partido, aunque no faltaron provincias donde el vencedor fue el candidato del sector crítico. Pero una vez hecho el recuento del peso que unos y otros habían obtenido, llegó el momento de echar un vistazo mas detallado al currículum de los vencedores. Y aquí puede que haya saltado la primera sorpresa verdadéramente desagradable, el primer error grave en la corta historia de Podemos.

Catalunya y la leyenda de las 300 familias. 

Existe en Catalunya una teoría de la conspiración propia, tan nostrada como el Barça, la figurilla del caganer en el Belén o el pan con tomate: la leyenda de las 300 familias. Cuenta dicha leyenda que en tiempos de la Revolución Industrial se conchabaron en Catalunya 300 clanes familiares, 300 apellidos de la pujante burguesía industrial de la época que, desde entonces, iban a dominar todos los aspectos de la vida política, social y cultural del país. 300 caciques que, ellos y sus descendientes, continuamente conspirarían para ejercer un control absoluto sobre el país. Como toda buena teoría de la conspiración, tiene una base de realidad sobre la que edificar su fantasía: si se examina la historia moderna de Catalunya, se encontrarán una serie de apellidos que aparecen siempre: en una época los puede llevar un mecenas, un intelectual, un hombre de negocios... y en la siguiente generación el mismo apellido lo lleva un artista, un político, un periodista... pero están siempre en el candelero, hay lazos familiares entre ellos, y su presencia es transversal al espectro ideológico.

Racionalmente, esto lo único que nos dice es que los ricos y poderosos tienden a relacionarse preferentemente entre ellos, y a participar más en la vida social que los pobres, pero emocionalmente no se puede pedir mejor material para construir una teoría conspirativa. Aunque nadie ha hecho nunca un censo de esos legendarios 300 apellidos, e incluso hay discusión sobre su número (hay quienes hablan de apenas 100 o menos, hay quienes elevan la cifra a 400), cualquier catalán preguntado al respecto dará fácilmente varios apellidos famosos que "sin duda" pertenecen a los 300, así como afirmará que la caída en desgracia de tal o cual personaje de la política o las finanzas se debe "sin duda" a su no pertenencia, o a su enfrentamiento con los míticos 300. Son nuestros particulares Illuminati y, lo admitamos o no, los catalanes creemos en su existencia por encima de cualquier evidencia racional.

Una vez conocido este elemento, digamos, folclórico, pasemos a examinar los resultados de las primarias de Podemos teniéndolo en mente. En Barcelona gana el candidato oficialista, Marc Bertomeu, politólogo de 23 años. En el currículum con el que presentaba a las bases su candidatura, aparece entre los diversos oficios que había desarrollado en su vida uno ciertamente exótico: entrenador de baloncesto. Quién lo iba a decir, pero esa referencia aparentemente tan inocente a una actividad deportiva es la que le va a poner en el ojo del huracán. Precisamente para los aficionados al baloncesto españoles, el apellido Bertomeu es bien conocido. Lo luce Jordi Bertomeu, director ejecutivo de Euroleague Basketball, la entidad que organiza las dos máximas competiciones basquetboleras del continente europeo, la Euroliga y la Eurocopa. La referencia al baloncesto en alguien con ese apellido, presentandose como candidato en un partido político que insiste en trazar una clara frontera entre los de los de arriba y los de abajo, la casta y el pueblo, de pronto se vuelve sospechosa.

Podría haber quedado en solo eso, una casualidad que, aun siéndola, ya habría bastado para alimentar durante mucho tiempo las sospechas de los teóricos de la conspiración, pero esta vez estos últimos se iban a llevar el premio gordo: Marc Bertomeu, politólogo y entrenador de baloncestono solo resultó ser familiar del máximo jefe del baloncesto profesional en Europa, Jordi Bertomeu, si no que es su hijo, un detalle que había ocultado convenientemente en su biografía. Sí, ya lo se, es muy mezquino acusar al hijo de los pecados del padre, y las convicciones políticas del hijo no tienen porque no ser sinceras solo pro se hijo de quien es, pero el hecho es innegable: el partido que siempre critica a la casta ha elegido como su cabeza visible en Barcelona a un joven hijo de esa misma casta. Es una contradicción de primer nivel. Si además tenemos en mente la leyenda urbana anterior, la cosa es aun peor. En la capital catalana, el partido emergente, abanderado de la crítica al sistema, pone al frente de su estructura a un hijo de buena familia... los 300 lo han conseguido de nuevo, dirán los conspiranoicos. Nada escapa a sus designios, nada.

Comenzaba este artículo hablando del mito del superheroe. Todo este tiempo, los adversarios políticos de Pablo Iglesias han intentado descubrir detalles turbios que echarle en cara: supuestas amistades peligrosas con el chavismo, declaraciones polémicas sobre el terrorismo, alguna irregularidad burocrática en la concesión de una beca a alguno de sus colaboradores de mas confianza... todo ello pequeñeces que, comparadas con los esqueletos que guardan en sus armarios sus acusadores, apenas hacían mella en la figura del aspirante a regenerador de la vida política española. Pero ahora, como decía, hablamos de una contradicción de primer nivel con su discurso político. El tipo de contradicción que él y los suyos han sido muy severos a la hora de criticar, no solo en rivales políticos, sino muy especialmente en quienes comparten con ellos espacio ideológico. La misma crítica severa que ahora cabe esperar que reciban.

Irónicamente, el mismo Pablo Iglesias es un gran aficionado al baloncesto. Ha usado este deporte como metáfora en diversas ocasiones, e hizo una excelente entrevista en su programa La Tuerka al mito basquetbolero de los 80 Fernando Romay. Pero con este asunto le han colado un triple sobre la bocina. Se juega mucho en este envite. Sus enemigos no tardarán en aprovechar el patinazo. Ya empiezan a aparecer comentarios irónicos al respecto en la prensa más derechista. Convenientemente utilizado, esto puede ser la tan buscada kryptonita que derribe al héroe del cielo. Y si eso pasa, ¿que sucederá con tantos de sus seguidores, que le idolatran como a un mesías? ¿Que pasará con la esperanza de cambio que su aparición había traído al panorama político español? El peligro es grande.

Despenderá bastante de las explicaciones que de sobre el asunto, y de como encare la primera gran contradicción de su carrera política, el que pueda salir fortalecido como líder o por el contrario decepcione a sus seguidores. Hasta ahora, el máximo valor que ofrecía Podemos a sus seguidores era su virginidad. Pero esta tarde o temprano se pierde. Ese día hay que afrontar tus errores, y aprender de ellos. Puede que ese día ya haya llegado, y el tiempo de la inocencia haya terminado para Podemos.

1 comentario:

  1. Bon article, particularment el què em sorprén és que alguns dels que han montat Podemos (politòlegs com el Bertomeu i d'altres d'un estil més posmodern) van fer crítica de la participació del 9N quan en el seu procés participatiu han obtingut uns resultats més que discrets, no han arribat ni als 1900 votants en total a BCN, qun simplement havien de fer un click per internet, crec que és un dels riscos de dirigir-se únicament al gran públic, que quan vagin mal dades els giraran l'esquena com ho van fer amb l'enèssim reality show.

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