viernes, 23 de mayo de 2014

De mal gusto, apologías y dobles varas de medir.

Vayan por delante antes de nada unas cuantas cosas. Primero, un asesinato es un acto abominable. Siempre. Sea el de un humilde trabajador o el de un sanguinario capo mafioso. Segundo, nadie está legitimado para tomarse la justicia por su mano. No entender eso nos lleva directos a un mundo como el del Salvaje Oeste, donde la justicia la dictaba quien desenfundaba mas rápido. Y a mi me encantan las películas de Clint Eastwood, pero no es ese el mundo donde quiero vivir, y sospecho que quien lea esto tampoco. Y tercero, burlarse de un muerto es de muy mala educación. Especialmente cuando el cadáver todavía está caliente. Las burlas y las bravatas a cuenta de quien ya no puede defenderse no tienen mérito. Ya se que, quien más, quien menos, todos lo hemos hecho alguna vez, pero no deja de estar feo. Digo todo esto, porque, ya lo adivinaran, voy a hablar del "cadáver de moda" estos días. Y de la polvareda que se ha levantado acerca de lo que es una lamentable tradición en este país: el mal gusto a la hora de entender y practicar el humor negro. Lamentable tradición que, sin embargo, no debe servir como excusa para una nueva andanada represiva contra la ya demasiado castigada libertad de expresión en España. Especialmente si ves que donde para unos se mira con lupa, para otros hay manga ancha a la hora de decir barbaridades.

Pintada de mal gusto aparecida en el escenario del ya famoso "crimen de León".


A estas alturas, supongo que ya conocen de sobra el caso: una conocida y polémica política local del Partido Popular, partido del gobierno en España, es acribillada a balazos por la espalda cuando se dirigía a un mitin electoral. El móvil político del crimen se descarta enseguida, al ser detenidas dos personas, madre e hija, como presuntas autoras del mismo, centrándose las sospechas en una vendetta por la marginación laboral y política de la mas joven, antigua colaboradora de la fallecida caída en desgracia. Este sórdido asunto, trufado del caciquismo mas clásico, aquel que interpreta el cargo público como una prerrogativa personal, que otorga a aquel que lo obtiene el derecho a servirse del poder asociado al mismo para solventar rencillas privadas de forma expeditiva, ha provocado una triste explosión de comentarios de pésimo gusto, lo cual ha sido tomado como excusa por el gobierno conservador de España, y en particular por su Ministro del Interior, el ultracatólico Jorge Fernandez Diaz, para lanzar una nueva andanada criminalizadora contra Internet en general, y las redes sociales en particular, que ya llevan tiempo convertidas en altavoz de todas las corrientes criticas contra un gobierno protegido por un férreo aparato mediatico afín, que sin embargo no puede evitar la continua erosión de su imagen a través de unos medios cuyo control, por parte de cualquier aparato propagandístico, por potente que sea, es bastante difícil.

Así pues el Partido Popular ha encontrado en la andanada de mal gusto que ha seguido al trágico suceso una excusa para entregarse al victimismo, poco menos que presentándose como el objetivo de una conspiración global de artistas de la palabra soez, un contubernio que exige la elaboración inmediata de leyes expeditivas para poner freno a la orgía cibernética de blasfemias y maldiciones que amenazan poco menos que con causar el fin de la civilización. Una civilización que, sin embargo, no parecía estar en peligro cuando los que eran objeto de faltas de respeto y amenazas, de igual calado y pésimo gusto, eran personas críticas con el Partido Popular. Entonces se trataba solo de chiquilladas, cosa de cuatro gamberros inmaduros a los que no había que hacer demasiado caso. Ignoralos, que ya se cansarán. Pero cuando es de ti de quien dicen el nombre del puerco, caramba, parece que entonces sí que molestan los trolls, y hay que tomar medidas severas para acabar con tanto libertinaje. La clásica doble vara de medir, tan propia de la derechona española de toda la vida.

 Portada del diario conservador ABC del dia 15 de mayo, acusando a las redes sociales de propagar el odio.

Doble vara de medir que, en este caso, tiene un componente de mayor hipocresía, si cabe. Todos aquellos que, por la razón que fuera, estábamos conectados a la Red en el momento de la noticia del crimen, y que por tanto fue gracias a este medio que la conocimos, fuimos testigos también, en los primeros instantes de desconcierto, de una andanada criminalizadora desde medios afines al partido del gobierno, tal vez menos malsonante en las formas, pero no menos cargada de odio en el fondo, contra todos aquellos que habían sido críticos con su gestión. Se pudieron leer en esas mismas redes sociales mensajes, firmados por personas o colectivos afines al gobierno, acusando, por ejemplo, a la revista satírica El Jueves, al humorista Gran Wyoming, o a diversas plataformas ciudadanas que ejercen libremente su derecho a la queja contra la gestión del gobierno, poco menos que de haber señalado con su dedo el objetivo a los pistoleros. Andanada que se cortó en seco cuando se supo que las sospechosas detenidas eran personas afines políticamente y conocidas de la fallecida, y el presunto móvil del crimen dejaba al descubierto practicas de amiguismo poco favorecedoras de la imagen del Partido Popular. Mejor fijarnos en otra cosa antes de se extienda la idea de que el amiguismo está mezclado en tan sórdido asunto, y que oportuno, aquí hay un montón de inconscientes haciendo comentarios de pésimo gusto. ¡A por ellos!

A la parada en seco de esta andanada criminalizadora se le ha prestado poca atención, oculta tras el airado debate que ha seguido a la estrategia represiva contra los comentarios de mal gusto (solo los contrarios al gobierno) en la Red, pero es bastante significativa. Seamos sinceros, en los primeros momentos, y habida cuenta de que (afortunadamente) ya no tenemos a ETA para tal menester, la primera sospecha sobre la autoría del crimen que pasó por la cabeza de todos sin duda fue la de un enajenado castigado por la crisis. Un desesperado que esta vez había elegido el camino del crimen en vez del del suicidio, como han hecho ya tantos otros. ¿Eran estas acusaciones contra los críticos algo espontáneo, o por el contrario, estaban planeadas de antemano? ¿Existe realmente en el nuestros gobernantes, o al menos en su entorno mediático, el miedo a que un día uno de esos marginados por la crisis perpetre un atentado llevado por la desesperacion, y por tanto existe también una estrategia para abordar mediáticamente ese hecho? Eso sería comprensible, desde luego, y puede que hasta deseable. Pero que dicha estrategia comunicativa pase por levantar un dedo acusador contra aquellos que critican acusandoles de inducir al crimen sería el mas grave de los errores. Espero que las voces acusadoras que se levantaron en los primeros instantes fueran fruto solo de la desorientación y la lógica indignación. Lo contrario sería muy triste.

Caricatura de la revista El Jueves denunciando la criminalización de las redes sociales.

Por cierto, a mi me ofende muchísimo más la escena de un montón de regidores, del mismo partido que la fallecida y quienes se quejan del maltrato verbal sufrido, abandonando en grupo un pleno municipal, en el momento en el que la representante de un grupo de padres de niños enfermos de cancer va a tomar la palabra para criticar su gestión sobre el tema de salud pública, que un par de pintadas de pésimo gusto y unos cuantos mensajes del mismo cariz en redes sociales. El exabrupto de un descerebrado no tiene mas recorrido que las risas de unos cuantos patanes, pero el desdén hacia quien está sufriendo por parte de aquel a quien se ha concedido la responsabilidad sobre los asuntos públicos ofende a la misma dignidad humana. Es un gesto mil veces mas dañino a largo plazo para la convivencia, por mucho que algunos se nieguen a entenderlo.

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