Vayan por delante antes de nada unas cuantas cosas. Primero, un asesinato es un acto abominable. Siempre. Sea el de un humilde trabajador o el de un sanguinario capo mafioso. Segundo, nadie está legitimado para tomarse la justicia por su mano. No entender eso nos lleva directos a un mundo como el del Salvaje Oeste, donde la justicia la dictaba quien desenfundaba mas rápido. Y a mi me encantan las películas de Clint Eastwood, pero no es ese el mundo donde quiero vivir, y sospecho que quien lea esto tampoco. Y tercero, burlarse de un muerto es de muy mala educación. Especialmente cuando el cadáver todavía está caliente. Las burlas y las bravatas a cuenta de quien ya no puede defenderse no tienen mérito. Ya se que, quien más, quien menos, todos lo hemos hecho alguna vez, pero no deja de estar feo. Digo todo esto, porque, ya lo adivinaran, voy a hablar del "cadáver de moda" estos días. Y de la polvareda que se ha levantado acerca de lo que es una lamentable tradición en este país: el mal gusto a la hora de entender y practicar el humor negro. Lamentable tradición que, sin embargo, no debe servir como excusa para una nueva andanada represiva contra la ya demasiado castigada libertad de expresión en España. Especialmente si ves que donde para unos se mira con lupa, para otros hay manga ancha a la hora de decir barbaridades.
Pintada de mal gusto aparecida en el escenario del ya famoso "crimen de León".