miércoles, 1 de marzo de 2017

Racismo, de donde viene y a quien beneficia.

Podemos definir el racismo como la ideología que afirma que por el hecho de pertenecer a un grupo cultural concreto se poseen una serie de derechos que aquellos que no pertenecen a él no poseen. Esto conlleva inevitablemente la discriminación, y la división de la sociedad entre ciudadanos de primera, los pertenecientes al grupo cultural favorecido por la discriminación, y de segunda, todos los demás. Si rastreamos el racismo hasta sus orígenes primitivos podríamos acordar que en un primer estadio provenía de la desconfianza que, en sociedades pequeñas y aisladas donde todos se conocían, podían despertar los forasteros, pero el racismo tal y como lo entendemos hoy día, como fenómeno de sociedades urbanas, es un fenómeno indisociable tanto del colonialismo como del capitalismo.

 Foto: imagen de una protesta conta la educación no segregada en Little Rock, Akansas, USA en 1959. Foto perteneciente al archivo de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

El colonialismo, ya desde la antigüedad clásica, había sacado saca provecho del trabajo forzado de millones de seres humanos que, hasta el momento, habían sido considerados como inferiores, gracias a un sistema de castas que restringía los derechos de las personas en su condición de ciudadanos o “bárbaros”. Los imperios modernos heredan este planteamiento y lo aplican a los pueblos colonizados  en su condición de infieles. La primera justificación colonial para la opresión de los pueblos indígenas por parte de los imperios era de índole puramente religiosa. Los imperialistas se veían a sí mismos con la misión de extender una religión verdadera, y los pueblos con los que entraban en contacto en el proceso eran infieles, y por tanto, inferiores. El colonialismo, ya desde la antigüedad clásica, había sacado saca provecho del trabajo forzado de millones de seres humanos que, hasta el momento, habían sido considerados como inferiores, gracias a un sistema de castas que restringía los derechos de las personas en su condición de ciudadanos o “bárbaros”. Los imperios modernos heredan este planteamiento y lo aplican a los pueblos colonizados  en su condición de infieles .Con el advenimiento del capitalismo, este en una primera etapa pre-industrial hereda y aplica este marco de división social en castas. Pero este marco mental se viene abajo con la Ilustración y las revoluciones burguesas del siglo XVIII, que atacan directamente el concepto de “religión verdadera”. También se ataca un sistema de castas que había estado vigente hasta el momento sin discusión, con lo que se hacen necesarios nuevos instrumentos para sustituir a los conceptos de bárbaro, infiel o siervo que habían funcionado en la sociedad de castas preexistente como justificación de instituciones tales como la esclavitud, que a la luz de las nuevas ideas que promulgaban la igualdad entre los seres humanos, era indefendible, pero que seguía siendo necesaria. Y esos instrumentos se extraerán de una perversión de la ciencia, que moldeará el concepto de racismo que hemos heredado en el siglo XXI.

Charles Darwin publica su teoría de la evolución en 1859. En ella plantea el concepto de selección natural, en la que la adaptación al medio natural es la que dicta la supervivencia de los más aptos, que legarán sus genes a la próxima generación. Como suele ocurrir, cuando una teoría científica atrayente es examinada por personas sin conocimientos en el ramo del que procede (en este caso biología, zoología, ecología…) acaba degenerando en un sinfín de paraciencias, algunas muy peligrosas. En este caso en particular hay que citar dos de ellas: el darwinismo social, que promulgaba la aplicación del concepto de supervivencia del más apto a las relaciones sociales, y la eugenesia, que abogaba por usar técnicas de reproducción controlada para mejorar la raza humana. Dos conceptos que en adelante se usarían para urdir la armazón del concepto de razas superiores e inferiores que estaría vigente durante el resto del siglo XIX, que justificaría la existencia de la esclavitud como institución, y que perdurará durante buena parte del XX, hasta que los horrores del Holocausto hacen caer en desgracia el concepto de eugenesia. Pero mientras tanto, este concepto fue muy importante para la justificación del colonialismo en una idea pseudocientífica de supervivencia de los más aptos. Sencillamente, era tan inevitable que los miembros de una raza superior colonizaran los territorios habitados por razas inferiores como que la manzana de Newton cayera al suelo atraída por la gravedad. Leyes de la Naturaleza contra las que es inútil luchar.

Bien, pero como se explica la pervivencia entre nosotros del racismo, una vez desacreditada su supuesta base biológica tras la caída del nazismo? En primer lugar, porque hay que negar que los racistas hayan renunciado aún a la fuerza de la justificación en la biología Frecuentemente se nos presentan estadísticas sobre un sinfín de cuestiones negativas, como criminalidad, rendimiento escolar, embarazo adolescente, etc… y se pretenden explicar en base a la pertenencia de los sujetos estudiados a tal o cual grupo étnico, pasando por alto los factores de clase social, sin duda mucho más importantes a la hora de explicar estas estadisticas. Después, porque el racismo se ha reinventado, y ahora sigue buscando una justificación “científica” en la antropología. En vez de razas más o menos evolucionadas, ahora se nos habla de tradiciones culturales más o menos avanzadas, que han hecho o no una revolución industrial, que han abrazado o no el laicismo, etc. y se postula que las personas que se considera que han nacido dentro de un marco cultural señalado como inferior llevan un estigma del que jamás podrán librarse. Pero final y fundamentalmente, el racismo pervive porque es útil como mecanismo de dominación social para el sistema capitalista. Introduciendo una división basada en la etnia entre las personas, se enmascara la división fundamental por clases que nos impone el funcionamiento del sistema capitalista. Más aún, se da a personas que pertenecen a las clases que podríamos considerar más bajas del estrato social una falsa idea de pertenencia a una casta superior, la de los blancos occidentales, que hace que se sienta hermanado con quien es en realidad su opresor, y vea como enemigo a otras personas que comparten con ellas el mismo estrato social, la misma opresión, y por tanto, los mismos intereses de progreso social, y que podrían ser sus aliados en una lucha por mejorar sus condiciones laborales y sociales, como enemigos que ponen en peligro unos privilegios que como casta siente que posee, aunque él como individuo no los disfrute. Así las clases económicas privilegiadas introducen entre los trabajadores precarios a los que oprimen una rivalidad étnica que jamás veremos, por ejemplo, entre un magnate del petróleo occidental y el jeque árabe al que compra el crudo que alimenta sus refinerías.

Hasta aquí un poco el tema de los orígenes del racismo, su desarrollo histórico y como ha ido adaptándose para pervivir como herramienta que hace un servicio al sistema capitalista. La cuestión, que será tema del próximo debate de este ciclo, es como combatirlo. La línea principal, al igual que todas las construcciones basadas en la ignorancia, es información. Principalmente, información que desmonte los mitos paracientificos en que se basa, muy especialmente esa nefasta idea del determinismo antropológico que ve a los individuos como prisioneros de por vida de unos valores culturales, y a mismo tiempo, denuncia del sistema de privilegios que esta división entre los oprimidos contribuye a perpetuar. De momento, concluyo aquí esta intervención, y ahora sería el momento de abrir el debate.

Este texto fue originariamente redactado en catalán, y preparado como una guia de uso personal sobre la que poder improvisar, para la presentación del debate  Racismo, de donde viene y a quien beneficia, perteneciente al ciclo de talleres Racismo y capitalismo organizado por Marx21.net, y celebrado el 18 de febrero de 2017.


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